LOS AMIGOS DE MI HIJO 1

LOS AMIGOS DE MI HIJO

I.- MARCOS

Mi nombre es Maribel, mi historia inicia cuando mi familia y yo llegamos a casa, aquél día en que mi vida comenzó a cambiar por completo. Veníamos de la escuela de mi hijo César, de 18 años, quién me llamó muy alterado para que fuera por él; cuando lo encontré estaba llorando en el salón, le pregunté que le ocurría, pero no quería responderme, se limitaba a lloriquear como un niño asustado.

- Es evidente lo que le pasa Maribel, lo habrán golpeado una vez más en la escuela, está claro que este niño no tiene carácter y es el tontito de su clase - Como de costumbre refunfuñaba mi marido Enrique, en vez de ayudar sólo empeoraba la situación; no se parecía en nada a nuestro hijo César. 

Mi esposo era un hombre de 44 años, camionero de profesión, con muy mal carácter y, aunque nunca había tenido un físico espectacular, sí tenía la bastante mala leche como para que nadie quisiera meterse en discusiones con él. Mi hijo, en cambio, era un hombre más bajito y delgado de lo normal para su edad y por tanto, desde pequeño había sido víctima de las burlas de sus compañeros.

Yo entendía perfectamente la preocupación de mi hijo ya que, de adolescente, yo había sido una chica llenita, por no decir gorda; y también había sufrido muchos ataques por mis compañeros de clase e incluso por mis “amigos”. Con los años me puse en forma y a mis 43 años no era una modelo, pero desde luego tenía un físico bastante atractivo para mi edad y una media melena bastante favorecedora, ya no quedaba nada de aquella niña gorda de hacía 30 años.

- Deja de llorar como una niña, carajo. En el colegio, como en la vida comes o te comen César, yo a tu edad le partía la cara a cualquier cabrón que se atrevía a insultarme. 
 
- ¿Cómo puedes decirle eso al niño Enrique? Pegar nunca es la solución, las cosas se arreglan dialogando - le grité.
 
- Ya está aquí María Teresa de Calcuta, la culpa es tuya Maribel, siempre ha estado bajo tus faldas y como es hijo único le has consentido todos sus caprichos y sacado de todos los problemas, por eso ahora es casi un adulto que no tiene ni puta idea de cómo defenderse, yo me largo a trabajar que estoy harto de lloriqueos.
 
Mi marido se fue a trabajar y yo hablé con mi hijo, cuando logré que se tranquilizara le prometí que yo arreglaría lo que le estaba pasando, que no se preocupara y que yo haría todo lo que estuviera de mi parte para ayudarlo.

Al día siguiente, cuando mi hijo se fue a la escuela, yo esperé 30 minutos y fuí para allá también, quería hablar con el director para que castigara a los culpables de hacerle la vida imposible a mi hijo.

Cuando llegué pude ver a un grupo de chicos sentados fuera de clase, recargado en la pared de la escuela reconocí a uno de ellos, había sido vecino nuestro hace unos años, se llamaba Marcos y yo conocía a su madre, por ella sabía que su hijo era capitán del equipo de fútbol de la escuela y también un chico bastante popular entre los jóvenes y más entre las chicas; pensé que hablar con el director podía empeorar las cosas para mi hijo, que podrían llamarle chismoso y cosas así, y entonces decidí hablar con el chico popular del colegio.

Me acerqué al grupo y Marcos, obviamente era el líder del grupillo

- Hola Marcos, no sé si me recuerdas…

- Emmm… si, no recuerdo su nombre, pero si, éramos vecinos hace años ¿cierto?

- Si, esa soy yo, mi nombre es Maribel

- Si ya, ya la recuerdo, usted es madre del “zombi” – dice esto mientras sonríe con sarcasmo a sus amigos.

- Mi hijo se llama César y es muy buen chico, por eso quería hablar contigo, sabes que tengo buena relación con tu madre y quería pedirte un favor…

- Adelante, dígame ¿qué quiere de mi?

Lo cogí del brazo y caminé algunos pasos para apartarnos de su grupo de amigos. 

- Se que tú eres un chico muy popular y había pensado que tú y tus amigos podían ayudar a mi hijo a serlo también; muchos de sus compañeros le insultan y llega muy triste todos los días a casa, si pudieras hacer algo por él…

- Tranquila Maribel, usted era nuestra vecina y sé que todavía queda con mi madre, de vez en cuando para tomar café. No se preocupe, ayudaremos a su hijo.

Eso me tranquilizó muchísimo, le agradecí ofreciendo mi casa y mi confianza. De pronto noté que su mirada se extravió un poco en mi ligero escote y creo haber visto una sonrisa bastante extraña…jeje, ¡hombres!, desde pequeños don tremendos, pensé. 
Finalmente me fui de allí pensando que las cosas irían mejor para mi hijo y así fue. En la siguiente semana no llegó llorando a casa ningún día, desde luego eso ya era todo un avance.

Habían pasado 10 días desde mi conversación con Marcos; mi marido estaba trabajando, mi hijo en clase y yo, como buena madre y ama de casa, limpiaba y preparaba la comida. Cuando estaba a punto de meterme al baño para ducharme escuché el timbre, contesté el interfón y me sorprendió la voz que escuché al otro lado…

- Maribel, soy yo Marcos, el nuevo amigo de su hijo

Abrí la puerta, me extrañaba que estuviera allí en vez de estar en clase como mi hijo; lo invité a pasar y cuando entró me dijo que algunos profesores tuvieron curso y no asistirían a la escuela y, por lo tanto, quiso hacer una visita a mi hijo. Me alegró escuchar aquello y saber que mi hijo estaba haciendo nuevos amigos. Le dije a Marcos que César no estaba en casa, que sus maestros no cancelaron y había asistido al colegio. 

Lo noté algo agitado, transpiraba un poco, así que le ofrecí un refresco y él aceptó; cuando regresé de la cocina con el refresco me dijo que yo estaba muy guapa; desde luego su madre tenía razón, su hijo era un adulador porque, en aquel momento, yo no podía estar muy atractiva con un desgastado pantalón de mezclilla y una camiseta, y mucho menos para un chico con veintitantos años menos que yo.

Estaba agradeciendo el cumplido a Marcos y lo invité a pasar a la casa cuando sonó el teléfono, curiosamente era su madre, le dije que justo en ese momento estaba allí su hijo, que habían faltado unos profesores y había venido a ver a mi hijo, ella se sorprendió, ya que al parecer no sabía que mi hijo y el suyo fueran amigos; estaba hablando con ella mientras Marcos se tomaba la coca cola, y mi amiga me dijo que estaba haciendo una dieta nueva, yo le dije que me la tenía que pasar, que necesitaba perder unos kilitos que había ganado en la pasada navidad.
Justo en ese momento escuché la voz de Marcos detrás mío a escasos centímetros.

- ¿¡Pero qué dices Maribel!? Si estás buenísima…

Al mismo tiempo que decía eso, aquél muchacho de 20 años me agarró de los pechos desde atrás, amasándolos, estrujándolos. Yo me quedé en estado de shock, completamente sorprendida por lo que acababa de suceder, traté de pensar rápido y le dije por teléfono a su madre que tenía que dejarla, que tenía una cosa en el horno, que la llamaría más tarde.

En cuánto colgué el teléfono me di la vuelta y le di una bofetada a Marcos…

- ¡¿Pero qué chingados crees que haces niño?!

- Te digo que no te hace falta dieta Maribel, - me respondió Marcos mientras se sobaba la mejilla- tienes un hermoso y delicioso culo. Además, ¿no te han dicho que con semejantes tetas debes usar sostén?

Al decir esto me agarró nuevamente, pero esta vez apretando mis nalgas, yo separé inmediatamente su mano con un fuerte manotazo y le pedí que se fuera de mi casa.

- Venga Maribel, seguro que te apetece una buena cogida, o ¿es que acaso no te gusto?

- ¿Pero qué tonterías dices? Estoy casada y tú eres amigo de mi hijo, si hoy o el otro día malinterpretaste mis intenciones te digo que yo no…

- ¡Qué malinterpretar ni qué madres! ¿creías que iba a convertir al tonto de tu hijo en uno de los más populares a cambio de nada?, tu hijo es el más torpe de la escuela, recuerdo que ya lo era desde la secundaria; yo puedo convertirlo en el tipo más encantador de la preparatoria, pero será a cambio de… - en ese momento puso su mano en mi vagina y la manoseo.

- ¡Te has vuelto loco! Sal ya de mi casa o llamo a la policía. Tú no sabes lo que dices.

- Te lo advierto Maribel, ya sabes lo cobarde que es tu hijo, mis amigos y yo podemos convertir su vida en un infierno mucho mayor de lo que ya era antes de que me pidieras ayuda.

Yo no sabía que decir, sabía que aquel chico hablaba en serio, podía verlo en su mirada, también conocía la debilidad de mi hijo y hacía tiempo que tenía miedo de que su situación en la preparatoria le llevara a cometer una locura, también sabía que cambiar de escuela o de barrio no era la solución, ya lo habíamos hecho cuando terminó la secundaria y su situación no había cambiado. Mi hijo era un chico débil, sin carácter y, puede que mi marido tuviera razón en parte, al decir que su falta de carácter fuera culpa mía.

Como no dije nada ante lo que Marcos había mencionado, pude ver como se iba acercando un par de pasos hacia mí y en ese momento me besó en los labios, le dejé hacer unos segundos y luego le quise apartar, pero él me sujetó la cabeza con fuerza.

Era un joven de, al menos, 1.80 mts y bastante atlético, mucho más fuerte que yo y me era imposible tratar de liberarme, tras unos segundos se separó de mí y dijo...

- Dime algo y me largo, pero ya sabes que tu hijo sufrirá las consecuencias, de ti depende de que se convierta en un campeón o que acabe como un marica.

Tampoco respondí así que volvió a besarme, esta vez no tuvo que sujetarme, yo no me movía, me daba pequeños besos al tiempo que me decía palabras soeces.

- Gracias a ti, tu hijo será tan popular como yo… te voy a rellenar como a un pavo y ahora eres mi putita.

Mientras me decía aquellas cosas había llevado sus manos a mis pechos y me los acariciaba lentamente por encima de la camiseta.

Aún tuve fuerzas para negarme y tratar de separarme, pero él me agarró con fuerza de los pechos y me atrajo hacia él…

- Piensa en tu hijo Maribel, piensa en como venía llorando a casa como un bebé antes de que yo me hiciera cargo de él.

Yo volví a quedarme quieta, él seguía dándome besos al tiempo que acariciaba mis pechos, pero esta vez una de sus manos fue deslizándose hacia abajo traspasando el pantalón.

Con la mano que masajeaba mis tetas fue subiendo mi camiseta hasta dejarla enrollada sobre ellas, no llevaba brasier así que pudo verlas desnudas, dejó de besarme para observar mis pechos mientras yo seguía inmóvil.

- Vaya tetas Maribel, unas tetas preciosas, no están tan erguidas como las de las chicas de mi edad, pero nunca había estado con unas tetas así de grandotas y, para tu edad no están tan caídas.

Comenzó a tocarme por dentro del pantalón, por encima de las pataletas. Siguió con mis tetas y comenzó a acariciar suavemente mis pezones, los pellizcaba y tiraba de ellos delicadamente como si yo fuera su amante y no una mujer a la que estaba forzando.

Acercó su boca a mis tetas y comenzó a lamer mis pezones…

- ¿Ves cómo soy amigo de tu hijo Maribel?, estoy mamando las mismas tetas que él mamó hace años.

Yo no respondí nada ante aquella humillación, la mano que estaba dentro de mis pantalones se metió esta vez por dentro de mis bragas al mismo tiempo que su boca comenzaba a succionar de mi pezón derecho, su mano llegó al borde de mis labios vaginales y Marcos acarició mi clítoris suavemente para después introducir un dedo poco a poco.

- Noto que sólo tienes una línea de pelito Maribel, me encantan las pepas así - me dijo sacándose el pezón de la boca.

Ahora ya eran dos los dedos que se movían en mi entrepierna entrando y saliendo de mi interior, me empujó hacia atrás dejándome caer sentada sobre el sillón al lado del teléfono, me bajó los pantalones, me quitó las sandalias y me quitó completamente los pantalones y las bragas lanzándolas a un lado, me dejó desnuda de cintura para abajo, con mi camiseta enrollada sobre mis tetas que, estaban brillantes por la saliva que Marcos había dejado en ellas; yo seguía quieta como una estatua, bloqueada; él se arrodilló ante mí, me miró a los ojos, miró hacia mi pubis y sonrió.

- Bonita pucha Maribel, me la voy a comer en-te-ri-ta.

Dicho esto, pasó mis piernas por encima de sus hombros y comenzó a lamerme la vulva, su cabeza se incrustó en mi entrepierna y Marcos comenzó a recorrer todo mi interior con su lengua.

En ese instante sonó el teléfono, pude ver en el display que se trataba de mi esposo Enrique, dejé que siguiera sonando a pesar de que, por un momento pensé en pedir ayuda, pero pronto me di cuenta de la situación y de que ya no había vuelta atrás.

- ¿Quién es? - preguntó Marcos.

Yo no respondí y él me metió un dedo de golpe en la vagina haciéndome un poco de daño…

- ¡¡Te pregunté quién chingados es!!

- Es mi marido maldito cabrón, ¡mi marido!

Marcos sonrió, agarró el teléfono y me lo pasó al mismo tiempo que volvía a lamerme la panocha.

Yo me encontraba con el teléfono sobre las tetas y con Marcos entre mis piernas pasando su lengua por mi vulva, la voz de mi esposo se escuchaba por el auricular, agarré el teléfono y me lo llevé al oído.

- ¿Maribel? … ¿estás ahí? ... ¿qué haces? ... puto teléfono … ¿me oyes?

- Si, cariño, aquí estoy...

Me costaba hablar con claridad, no sólo por lo violento de la situación, sino porque el cabrón de Marcos sabía lo que hacía y aunque yo trataba de negar y resistirme a lo que estaba pasando, mi cuerpo no podía hacerlo y lo único que sentía era una lengua experta que se movía por mi clítoris.

- Carajo qué pasa, ¿no me oyes?

- Si cariño, es que estaba limpiando y se me había caído el teléfono al responder.

- Llamaba para decirte que llegaré para la cena.

- Muy bien cariño, te haré tu cena favorita.

Yo trataba de no jadear ante la labor de Marcos y el muy cabrón lo sabía, a veces levantaba la mirada para verme hablar con mi marido, yo podía escuchar el sonido que hacía la lengua de Marcos al pasar por mis dos agujeros.

- César está en clase ¿no?

- Si, está en clase, yo estoy aquí sola limpiando un poco, ahora…mmm…ahora…haré la comida.

Marcos seguía con mis piernas sobre sus hombros, su cabeza enterrada en mi entrepierna, pero ahora había llevado sus manos hasta mis pezones, los cuales pellizcaba en ocasiones con fuerza para obligarme a gritar mientras hablaba con mi marido, yo me mordía el labio para impedir que mi esposo se diera cuenta de nada.

- Yo estoy a unos 300 km de casa.

- Muy bien cariño.

La lengua de Marcos me penetró bastante profundo y yo estuve a punto de correrme y, lo reconozco, nadie me había hecho un oral, ni siquiera mi esposo y todas aquellas sensaciones, aunque forzadas, eran nuevas para mí, por suerte Marcos bajó mis piernas y quitó su cabeza de mi entrepierna.

Me alegré ante aquello pero mi alegría duro poco, Marcos se quitó la camiseta dejándome ver un torso sin pelo y bastante trabajado, luego se quitó los pantalones y los calzoncillos, pude ver como su miembro estaba ya erecto, era distinto a todos los que yo había visto hasta entonces, he de decir que sólo había visto cuatro, uno era de mi esposo, otro de mi hijo y otros dos eran de novios anteriores a mi esposo; aquella verga no era la más grande que yo hubiera visto, unos 17 cm, pero eso sí, muy gruesa y llena  de venas, pero sobre todo, lo que me sorprendió, es que no tenía nada de pelo ni en el pubis, ni en los testículos, yo traté de acelerar la conversación con mi esposo sabiendo lo que Marcos pretendía pero mi esposo seguía enrollándose con la conversación al otro lado.

Marcos se volvió a arrodillar ante mí, yo había cerrado las piernas y el trató de abrirlas, yo hacía fuerza con ellas mientras seguía hablando con mi esposo así que él me pellizco en el muslo y yo no tuve más remedio que abrir las piernas, lo que Marcos aprovechó para situarse en medio con mis piernas abiertas a ambos lados de sus caderas.

Colocó su verga a la entrada de mi vulva, recreándose en esos últimos instantes previos a penetrarme, cuando situó su miembro apoyándolo ligeramente sobre mi entrada supe que toda mi vida cambiaría en ese mismo momento, jamás había sido infiel a mi esposo hasta ese momento, pero a partir de aquel momento me convertiría en la puta de aquel cerdo para ayudar a mi hijo.

Marcos comenzó a penetrarme lentamente, esa era la verga más gorda que jamás había estado en mi interior y yo emití un pequeño quejido de dolor, aquello le excitó y aprovechó para dar un golpe de cadera y enterrármela por completo provocándome un suspiro que conseguí ahogar mordiéndome el labio hasta hacerme sangre, mientras mi esposo seguía hablándome de su trabajo al otro lado del teléfono.

Marcos comenzó a cogerme lentamente, despacio, poco a poco, mirándome a los ojos, quería que yo sintiera como su miembro invadía mi cuerpo lentamente, entonces se agarró a mi trasero levantándomelo un par de centímetros y empezó a moverse con más rapidez, con movimientos casi circulares dentro de mí.

- Te voy a reventar - me dijo Marcos.

- ¿Maribel, has dicho algo?

- No cariño, sigue, sigue contándome…

- Así que quieres que siga traviesa - me susurraba Marcos.

Los ruidos que Marcos hacía al golpear con sus pelotas, cuando me la metía hasta lo más hondo de mi ser, cada vez eran más audibles y mi esposo comenzó a oírlos a pesar de que no podía escuchar mis suspiros pues yo seguía mordiéndome el labio con fuerza.

- ¿Qué es ese ruido Maribel?

- Es sólo la música, estoy escuchando música mientras limpio, ahora te tengo que dejar cariño, necesito tiempo para prepararte tu cena favorita.

- Está bien, luego nos vemos.

En cuánto mi esposo colgó Marcos me agarró los tobillos levantando mis piernas y continuó fallándome con toda la fuerza de la que era capaz.

- No tan adentro, no tan adentro… me haces daño.

- Vete acostumbrando Maribel porque tu puchita va a ser mía siempre que yo quiera.

Me soltó las piernas y se agarró a mis tetas, pellizcando nuevamente mis pezones al tiempo que buscaba mi boca para besarme sin dejar de embestirme.

Pronto se cansó de esa posición para mi alivio y decidió sentarse en el sofá, me pidió que me acercara y me subiera encima de él, yo ya no podía negarme a nada, había cruzado la línea.

Me puse encima suyo, su verga erecta rozaba mi estómago al situarme sobre él y podía notar el calor de sus pelotas cerca de mis nalgas, Marcos me agarró la cabeza y embarró su boca en la mía, no puedo llamarlo de otra forma porque eso no era un beso, me enterró su lengua en mi garganta hasta donde pudo y cuando la sacó me lamió los labios.

- Ahora agarra mi verga y dime lo que vas a hacer.

- Yo… no entiendo…

- Claro que entiendes putita, agarra mi pito y dime lo que le vas a hacer o se acaba nuestro trato y tu hijo seguirá siendo el pendejo de todos.

Yo sabía lo que quería, agarré su miembro y lo restregué sobre mi vagina, luego lo situé sobre mi entrada y me empalé yo misma en su verga al tiempo que le decía… “Te voy a coger”

Aquella polla se clavó completamente en mi interior, por la cara de Marcos supe perfectamente que eso era lo que él quería.

- Claro que si Maribel, tú me vas a coger, vamos, quiero verlo

Con su verga clavada hasta lo más hondo comencé a respirar lentamente, apoyé mis manos en los hombros de Marcos y me levanté dejando sólo en mi interior la cabeza de su pene, para después volver a sentarme de golpe y se incrustó hasta el fondo de mi, volví a repetir lo mismo a la vez que Marcos me agarraba de la camiseta y la rajaba con fuerza.

- Así te quería, desnudita completamente para mí, quiero ver como se mueven, como rebotan tus tetas – me decía esto mientras las cacheteaba.

Me dolía cuando me la clavaba en mi interior así que comencé a hacer aquel movimiento, pero mucho más despacio, me levantaba y me dejaba caer hasta el fondo, de esta forma no me dolía, pero podía notar como se enterraba centímetro a centímetro dentro de mí.

Marcos sobaba mis tetas a su antojo y mi nuevo ritmo no era de su agrado así que bajó sus manos a mis caderas para ser ahora él quien llevara el ritmo de la follada, poco a poco las penetraciones se fueron haciendo más rápidas, aunque por suerte para mi menos profundas, Marcos miraba fijamente mis tetas que subían y bajaban, se movían de un lado a otro, rebotaban al ritmo de cada embestida.

- Te gusta que te la meta hasta el fondo Maribel, yo sé que te gusta…Vaya verga que tengo Maribel, ¿la de tu marido no te llega tan hondo verdad?

De repente soltó mis caderas y me dejó sentada sobre él, con su verga enterrada dentro de mí, me pidió que me levantara y me apoyara en la mesa del salón.

Yo le obedecí y me incliné sobre la mesa del comedor, con mis pechos aplastándose sobre la madera de la mesa donde comía todas las tardes con mi familia.

Marcos se levantó del sofá, se meneó el pene y se acomodó detrás de mí, puso la verga nuevamente a la entrada de la panocha y de un fuerte empujón ya la tenía nuevamente enterrada.

Esta vez Marcos se movía con una rabia increíble, se agarró con fuerza a mis caderas y me follaba a placer, a lo bestia, entraba y salía de mi con toda su joven energía, haciendo que mi cuerpo temblara ante sus embestidas.

- Me encanta ver como se bambolea tu culo Maribel.

- ¡Me haces dañoooo! - gritaba yo

- Cállate puta, me voy a correr, me voy a venir con la verga metida en tu sucia y mojada pucha.

- ¡No, por favor, eso no, hazlo fuera, dentro no, por favor!

- Está bien putita, has sido una buena golfa y te voy a conceder tu deseo.

Sentí como sacaba su verga de mi interior y antes de que pudiera girar mi cabeza sentí como varios chorros de líquido caliente impactaban contra mi culo y mi espalda, cuando Marcos terminó, golpeó varias veces su pene contra mis nalgas y luego dió unos pasos hacia atrás.

Yo caí derrumbada en el suelo del salón con el semen de aquel chico manchando mi culo y mi espalda, cuando Marcos se vistió me dijo…

- Bueno Maribel, por hoy ha sido suficiente, no te preocupes por el idiota de tu hijo que me lo voy a llevar al cine con mis amigos, así tienes tiempo para ducharte y prepararle su cena favorita a tu marido, ahora me voy, pero en unos días te volveré a visitar…Y me llevo esto de recuerdo

Marcos se refería a mis pataletas, que había cogido del suelo y después de enseñármelas, las olió y se las guardó en el bolsillo del pantalón. Salió de casa dejándome allí desnuda, tirada en el suelo y manchada de semen, todo aquello lo había hecho por mi hijo y, por desgracia, no terminaría ahí... ésto estaba sólo por comenzar.

Continúa… 

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